“Sólo la muerte se sustrae al
esfuerzo de un espíritu que se ha propuesto abarcarlo todo.
Pero la muerte, se dirá, está
fuera del mundo. La muerte está fuera de los límites. Como tal, ella se sustrae
necesariamente al rigor de un método de pensamiento que no considera nada sin
haberlo limitado.
Si se quiere.
Tengo en la mano un álbum
suntuoso cuyo texto está acompañado por numerosas ilustraciones en color.
Bajo el título de The world we
live in, la revista Life (publicada en América con cuatro millones de ejemplares)
ha hecho aparecer, a lo largo del año 1954, el conjunto de artículos que el
álbum ha reunido en 1955.
El nacimiento de la tierra, la
formación de los mares y de los continentes, el poblamiento de la extensión
terrestre por los animales y por los hombres, o el cielo estrellado a través
del cual se desplaza la Tierra
han dado lugar a una sucesión de imágenes cautivadoras. Lo que la fotografía no
pudo alcanzar lo ha representado el dibujo. Con este álbum en la mano, lo que
hace que la vida aparezca, lo que la formación del espíritu humano le revela a
dicho espíritu, se abren ante mis ojos en su conjunto comprensible. El mundo en
que vivimos es para nosotros el mundo de donde procede el hombre, a cuya medida
está hecho el hombre y que una representación clara pone a la medida del
espíritu del hombre. El hombre, es verdad, no posee el mundo. Por lo menos
posee de él lo que le resulta próximo y la dominación que ejerce sobre lo más
próximo le da generalmente en el espacio que descubre la ciencia la sensación
de estar en su casa.
Pero ahora quiero plantear la
pregunta.¿El mundo en que vivimos, the world we live in, no es al mismo tiempo
the world we die in, no es «el mundo en que morimos»?
The world we die in habría
podido efectivamente servir como título para el editor americano.
Quizás.
Hay no obstante una dificultad. The world we die in no es en
ninguna medida lo que poseemos. La muerte está, en efecto, dentro de este
«mundo en que vivimos», es eso que se sustrae a la posesión, ya sea porque,
reducidos al temor, no tengamos el deseo de poseerla, ya sea porque, habiendo intentado ejercer sobre
ella una dominación, hayamos finalmente admitido que ella se escabullía.
Los ritos y los ejercicios religiosos de todos los tiempos
se han esforzado por hacer que la muerte entre en el dominio del espíritu
humano.
Pero esos ritos y esos ejercicios nos mantienen en la
fascinación de la muerte. El espíritu fascinado por ella pudo imaginar que la
muerte se convertía en su dominio: un dominio donde la muerte era sobrepasada.
La muerte, en este mundo en que vivimos, donde, finalmente, debido a la
ciencia, nada se nos sustrae ya por completo, no ha seguido siendo menos lo que
se sustrae. El mundo en que morimos no es el «mundo en que vivimos». El mundo en
que morimos se opone al mundo en que vivimos como lo inaccesible a lo accesible.”
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Bataille, G., “Ce monde oü nous mourons” -extracto- Epílogo
de “El último hombre" de Maurice Blanchot y Critique, 123-124, agosto-septiembre
de 1957, in
O. C., t. XII, pp. 457-466.
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desvío (3)
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